La realeza aqueménida: ¿reyes o dioses?
Resumen
Los títulos y cualidades morales del Gran Rey de Persia, los rasgos de la realeza aqueménida, nos revelan que nos hallamos frente a un monarca absoluto que gobernaba un gran imperio, un soberano par excellence. Títulos absolutos e hiperbólicos como “Rey de reyes”, “Gran Rey”, “Rey de los países”, “Rey de los países que contienen todas las razas”, “Rey de esta gran tierra”, “Rey del Universo o de los cuatro extremos de la tierra”, su deber como rey guerrero de paz y de justicia (ap. dāta-), de defender la verdad (ap. ṛta-) y disipar la mentira (ap. drauga-), de garantizar el orden de la sociedad civil frente al caos, entre otros, nos inclinan a pensar que nos hallamos frente a un soberano divino, frente a un rey y un dios a la vez, ante un dios entre los hombres. Sería, no obstante, erróneo considerar que las cualidades del Gran Rey y algunos de los gestos y deferencias rituales de la realeza aqueménida y del protocolo real, en especial la proskýnesis, nos permitan defender que nos encontramos frente a un soberano divino. El Gran Rey de Persia no fue un rey y un dios, sino únicamente un monarca que gobernaba con el apoyo y por la gracia de dios, el dios supremo Ahura Mazda, el Sabio Señor, a saber, un mediador entre los dioses y los hombres.
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